“¿Qué hay de nuevo? Velázquez.” Salvador Dalí y Velázquez

Carme Ruiz
Centro de Estudios Dalinianos. Fundación Gala-Salvador Dalí

Diari de Girona, 2000

En la obra de Salvador Dalí hemos hallado siempre una u otra forma de descubrir cuáles fueron sus influencias, sus filias y sus fobias. En algunas ocasiones nos lo manifiesta de manera evidente, en otras nos deja pistas para que lo averigüemos, y lo hace tanto en su obra pictórica como en sus escritos. Toda esta información no nos pasa desapercibida, basta con echar una ojeada a su vastísima obra pictórica para darnos cuenta de ello. Cuando revisamos sus escritos, encontramos todas estas referencias y muchas más. Su biblioteca privada está llena de obras sobre distintos autores que lo influenciaron a lo largo de su carrera, entre ellos uno en particular al que Dalí procuró destacar muy especialmente: Velázquez.

La admiración de Salvador Dalí hacia la figura y la obra de Velázquez es harto conocida. La costumbre de Velázquez de pintar en el mismo lugar en que tiene lugar la escena, lo que convertía sus cuadros en instantáneas fotográficas, probablemente logró seducir al artista. Esta admiración está presente desde muy pronto en Dalí, e incluso se pone de manifiesto en su vida privada. La casa de Portlligat, por ejemplo, está decorada con una serie de retratos de personajes con bigote, entre ellos el de Velázquez. Dalí solía decir que coleccionaba bigotes, sobre  todo si eran famosos. En una de las paredes de su taller, asimismo, podemos contemplar una reproducción cuadriculada de Las Meninas.

En 1919 Dalí era estudiante de sexto curso en el Instituto de Segunda Enseñanza de Figueres, el actual Instituto Ramon Muntaner. En esa época aparecía una publicación llamada Studium -la revista del Instituto- en la que Salvador Dalí realizaba colaboraciones y de cuyo equipo de redacción formaba parte. Empezó entonces una serie de retratos de distintos maestros de la pintura universal, titulada "Los  grandes maestros de la pintura", entre los que hallamos a Velázquez. Dalí destaca como grandes obras suyas Las Meninas y Las hilanderas, realizadas con una técnica a su juicio admirable, no superada por otros pintores y en algunos casos comparable, por la "distribución y la colocación de los colores", a la de los impresionistas.

En los cuarenta apreciamos una influencia manifiesta de Velázquez en la obra de Salvador Dalí, precedida por el magnífico óleo de 1938 La imagen desaparece. A título de ejemplo cabe mencionar cuadros tan conocidos como Galarina y El cesto del pan. En esta década, concretamente en 1948, el artista escribe su tratado de pintura 50 secretos mágicos para pintar, donde explica el fruto de su experiencia como pintor y ofrece sus recetas a quienes sean capaces de entenderlas y aplicarlas. Dalí realiza un análisis comparativo de los valores que todo artista debe reunir - técnica, inspiración, color, dibujo, genio, composición, originalidad, misterio y autenticidad- y puntúa a varios maestros de la pintura universal, como Leonardo, Meissonier, Ingres, Velázquez, Bouguereau, el propio Dalí, Picasso, Rafael, Manet, Vermeer de Delft y Mondrian. Velázquez únicamente se ve superado por el holandés Vermeer de Delft en esta personal clasificación, en donde la presencia de Mondrian aparece únicamente en contraposición con la admiración que despertaban en Dalí los demás pintores mencionados.

Más adelante entramos ya en la época de la mística nuclear y la realización de obras de gran formato. Estamos en la década de los cincuenta-sesenta. A partir de este momento y hasta el final de su vida, esa influencia estará muy presente en su obra. Nos brindan buen testimonio de ello pinturas tales como Velázquez pintando a la infanta Margarita con las luces y las sombras de su propia gloria (1958), Las Meninas (1960) y Retrato de Juan de Pareja reparando una cuerda de su mandolina (1960). En 1960, en la Sala Gaspar de Barcelona, Dalí participa en una exposición colectiva titulada O figura. Homenaje informal a Velázquez, con un escrito en el que alaba su figura y que ilustra con una reproducción de Las Meninas de Velázquez. Al final del mismo año, realiza una exposición en la Carstairs Gallery de Nueva York bajo el título The Secret Number of Velázquez Revealed.

Los años sesenta son también los años de la gestación del Teatro-Museo. Existe un fotomontaje en donde se ve el patio con diferentes obras de Salvador Dalí. En el dintel de la puerta que comunica el vestíbulo con el patio, destaca un personaje que nos abre paso; apartando una cortina aparece el aposentador José Nieto de Velázquez (a quien también dedicará una obra). En 1965 pinta La apoteosis del dólar, obra en la que hallamos reunidas las imágenes más significativas de la iconografía daliniana. No nos puede pasar desapercibida, en la parte inferior derecha de la tela, la figura de Dalí de espaldas, vestido como Velázquez, pintando a Gala; un fragmento de la obra Las Meninas aparece repetido hasta tres veces.

En la década de los setenta, el impacto de la ciencia en forma de pinturas estereoscópicas, hologramas, etc. se hace muy evidente en la obra de Salvador Dalí. También es la década en la que hallamos un gran número de escritos en donde cita a Velázquez y otros en los que se refiere directamente al pintor. A modo de ejemplo cabe citar aquí el artículo "¡Holos! ¡Holos! ¡Velázquez! ¡Gabor!", publicado en la revista americana Art News en abril de 1972. Este escrito coincide con la presentación del holograma del mismo título; esta obra fue presentada en una exposición celebrada en la galería Knoedler de Nueva York y en el Teatro-Museo de Figueres. En ella, Dalí realiza un homenaje a la figura de Velázquez y, simultáneamente, a la del inventor de la holografía, Denis Gabor. De hecho, engloba dos de sus pasiones: Velázquez y la óptica, los fenómenos relacionados con ella y los instrumentos ópticos (a los 10 años inventa un aparato para verlo todo de una manera más impresionista, como relata el propio autor en su Vida secreta). De 1974, podemos destacar la obra Busto de Velázquez que se metamorfosea en tres personajes conversando, ubicada en el Teatro-Museo. Jugando con las dobles imágenes, Dalí pinta, sobre un busto de bronce de Velázquez, una figura femenina con toca que aparece arrodillada y de espaldas al espectador -en la zona donde se encuentran la barbilla y la boca del busto-, dos rostros con gorguera (pertenecientes a dos personajes embozados) en la zona de los ojos, y una reproducción de Las Meninas en la frente.

En 1976, en su escrito "Eureka", Dalí observa: "Desde el impresionismo, toda la historia del arte moderno gira alrededor de un único objetivo: la realidad. Algo que puede llevar a preguntarse: ¿Qué hay de nuevo, Velázquez?". Esta última frase es también el título de un escrito publicado en la revista Le Sauvage de París en octubre de 1976. De los años 76-77 datan distintas versiones estereoscópicas de Las Meninas.

El 9 de mayo de 1979, Dalí es nombrado miembro asociado extranjero de la Académie des Beaux-Arts del Instituto de Francia y pronuncia el discurso "Gala, Velázquez y el toisón de oro", en el que relaciona a Velázquez con sus teorías sobre la estación de Perpiñán. En el Aurore del 10 de mayo de 1979, podemos leer el siguiente comentario de Michel Déon, miembro de la Académie Française, sobre Dalí: "Poca gente sabe que este artista es un técnico sabio, que ha recuperado recetas perdidas y que sus telas más grandes, las más conocidas, se compararán algún día con las de Velázquez o Rafael".

En sus últimas creaciones, Dalí intenta descubrir los secretos de los viejos maestros. Las obras de esa época se inspiran en las de Miguel ángel y Velázquez, que el artista procura asimilar e integrar en sus propias telas. Entre las inspiradas por Velázquez podemos mencionar aquí: La perla, según "La infanta Margarita" (1981), Velázquez y un personaje (1982), La infanta Margarita María de Velázquez apareciendo en la silueta de los caballeros en el patio de El Escorial (1982), etc.

El único modelo que reconoce haber tenido Dalí es Velázquez, de quien Léon-Paul Fargue ha dicho: "En este universo de sentimientos y sueños afirmados que es la pintura, Velázquez aparece como el recogimiento de un alma como debe ser, violenta y meticulosa en las formas; es el arte de vivir con serenidad". Este arte es también el de Dalí.