Lídia de Cadaqués, Eugeni d'Ors y Salvador Dalí

Teresa Moner i Rubio
Directora del Centro de Estudios Dalinianos. Fundación Gala-Salvador Dalí.

Empordà, 2002

El pasado 12 de abril, bajo la cúpula del Teatro-Museo Dalí de Figueres se llevó a cabo la presentación del libro La veritable història de la Lídia de Cadaqués, de Eugeni d'Ors, con ilustraciones de Salvador Dalí. Se trata de la traducción al catalán que Teresa Costa-Gramunt y Oriol Pi de Cabanyes han hecho de la primera edición de 1954, publicada en Barcelona en castellano por el editor José Janés.


Esta última obra de uno de los máximos teóricos del Novecentismo catalán nos muestra una vez más el carácter polifacético y heterogéneo de Salvador Dalí, en esta ocasión como ilustrador de libros. Dalí creó las cuatro ilustraciones que aparecen en el libro: una en la sobrecubierta, una en el frontispicio y dos en el interior. Todas ellas con la clara intención de enaltecer la figura de Lídia, la vendedora de pescado de Cadaqués que creía ser Teresa, la protagonista de La ben plantada, de Eugeni d'Ors.

Dalí, al igual que Lorca y Buñuel, profesaba gran admiración hacia este peculiar personaje. En Vida secreta escribe: "Lídia poseía el cerebro paranoico más magnífico, aparte del mío, que he conocido nunca". Y tal como hizo con Gala -pero a escala mucho menor, naturalmente-, reconoció públicamente este afecto y esta fascinación, tal como se puede apreciar en algunas de las imágenes que hizo para el libro.

La ilustración que aparece en el frontispicio nos muestra una mujer-olivo "bien plantada y bien enraizada en la roca viva, en la mineralogía pura [...] ningún vendaval la arrancaría del Cap de Creus", tal como el pintor describe a Lídia en un manuscrito que se encuentra en el Centro de Estudios de la Fundación Gala-Salvador Dalí. Está firmada "Gala Dalí", fechada en 1954 e incluye la siguiente dedicatoria: "A Lídia, que nos albergó eternamente en Portlligat".
Una de las ilustraciones del interior es una clara alusión a la división que Lídia hacía de los habitantes de Cadaqués: por un lado "los buenos", en los que ella podía confiar y a los que llamaba "La sociedad del secreto de Xènius", entre los cuales estaban los Dalí y los Pichot, y por otro "los malos", el resto de la gente del pueblo, que para ella eran "La sociedad de cabras y anarquistas". Con la misma fecha y firma que la anterior, Dalí escribe en ella: "Los enemigos de Lídia, "cabras y anarquistas"".

¿Pero quién era esta mujer que no dejaba indiferente a nadie? Lídia Noguer i Sabà, hija de la conocida como "Sabana", considerada una de las últimas brujas de Cadaqués, hizo de hospedera durante algún tiempo. Por su casa pasaron personajes tan ilustres como Picasso y Puig i Cadafalch. En 1904 hospedó a Eugeni d'Ors, en una breve estancia que el joven intelectual del momento pasó en Cadaqués. De aquel encuentro nació la admiración que pronto se convertiría en la gran obsesión de Lídia. Cuando, en 1911, D'Ors escribió La ben plantada, Lídia en seguida se sintió identificada con Teresa -en algunas ocasiones hasta llegó a afirmar que ése era su nombre-, y la fascinación que el escritor suscitaba en ella se agudizó hasta degenerar en una progresiva demencia delirante. Llegó al extremo de interpretar los artículos que el intelectual escribía desde la tribuna diaria de su "Glosario" en La veu de Catalunya: Lídia los leía y los releía continuamente, y los consideraba como una respuesta a las cartas que ella le enviaba.

Pero no fue hasta siete años después de la muerte de Lídia cuando Eugeni d'Ors pareció mostrar un claro interés por ella, y viajó a Cadaqués acompañado de Cesáreo Rodríguez-Aguilera con la intención de recoger datos sobre aquella mujer que le había escrito tantas misivas que él nunca contestó. Fue entonces cuando le preguntó a Salvador Dalí si quería ser el autor de las imágenes que ilustrarían el libro en el que se narraría La verdadera historia de Lídia de Cadaqués.

Dalí, que en aquel momento también planeaba escribir un libro sobre Lídia, quedó entusiasmado con la idea. De hecho, la relación entre Lídia y Dalí comienza muy pronto. De pequeño, el pintor ya escuchaba las historias que ella les contaba a los niños de Cadaqués. Y cuando en 1929 el artista decide, contra la voluntad de su padre, instalarse en Cadaqués con Gala, Lídia fue la única persona que lo ayudó, y les vendió la barraca de pescadores de Portlligat donde sus dos hijos guardaban los útiles de pesca. Este lugar acabaría convirtiéndose en la única residencia definitiva de los Dalí a su regreso de Estados Unidos, a finales de 1948, y en la actualidad es uno de los tres vértices del triángulo daliniano.