Las aportaciones de Dalí al movimiento surrealista, gracias al método paranoico-crítico de interpretación de la realidad, generan un universo de símbolos que ya forman parte de nuestro imaginario colectivo. La recuperación de los grandes maestros de la historia del arte, en particular del Renacimiento (Rafael y Miguel Ángel) y del Barroco (Velázquez y Vermeer), lo caracteriza en determinados momentos de su trayectoria. Asimismo, la diversidad de temas que distinguimos en su obra pictórica, en especial, los relacionados con su interés por la ciencia, hacen de Dalí un artista singular, fruto del siglo que lo vio nacer, y uno de los artistas esenciales de la historia del arte.

Salvador Dalí frente al retrato de Felipe IV de Velázquez. © Fundación Gala-Salvador Dalí

«A los seis años quería ser Napoleón…, y no lo fui.
A los quince años quería ser el Dalí que he sido.
A los veinticinco años quería convertirme en el pintor más
sensacional del mundo, y lo conseguí.
A los treinta y cinco años quería reafirmar mi vida a través
del éxito, y lo logré.
Ahora, a los cuarenta y cinco, quiero pintar una obra maestra para
salvar el Arte Moderno del caos y la pereza. ¡Sobresaldré!».

Salvador Dalí

Este es un extracto de la dedicatoria con la que Dalí firma sus 50 secretos mágicos para pintar, uno de sus principales libros, publicado en 1948 al modo de un tratado de pintura. Es una declaración accesible, que permite comprender la autoconciencia que el artista tiene sobre su aportación al arte y la pintura del siglo XX. Si bien en este momento se reivindica como un pintor dentro de la línea de la tradición clásica, la trayectoria del Dalí pintor empieza mucho antes.

Salvador Dalí pintando Visage of the War (El rostro de la guerra), c. 1940. © Fundación Gala-Salvador Dalí

Sus primeras pinturas se realizan entre 1910 y 1914. Son paisajes del entorno más inmediato de Figueres, su ciudad natal, que habría empezado a pintar con solo 6 años. Es muy probable que su primer contacto con el mundo del arte y la pintura se produjera a través de las monografías Gowan’s art books, en las que se reproducen las obras de los grandes maestros de la historia del arte. Los dedicados a Vermeer, Ingres, Hooch o Boucher se encuentran entre los volúmenes que aún se conservan en su biblioteca personal. Uno de los primeros movimientos pictóricos con más impacto en el joven pintor es el impresionismo, que conoce gracias a la obra de Ramon Pichot, artista y miembro de una familia estrechamente relacionada con los Dalí. La influencia del impresionismo empieza a ser evidente a partir de 1916, y hasta principios de los años veinte se manifiesta en naturalezas muertas y en paisajes y marinas, principalmente de Cadaqués.

Dalí muestra al público sus pinturas por primera vez en 1919, en la exposición celebrada en la Sociedad de Conciertos del Teatro Municipal de Figueres, el futuro Teatro-Museo Dalí. La crítica de la época se hace eco de la pintura del artista novel: «Es una obra fuerte, de colores vivos, de dibujo amplio, vibrante, de sentimiento intenso, que sorprende por la reducción de los valores a su mayor simplicidad». Hacia 1920 empieza a pintar sus primeros autorretratos. En 1922 ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, donde recibe su formación especializada, tras las clases de dibujo del profesor Juan Núñez en Figueres. En esta etapa, Dalí admira y emula casi todos los ismos de la pintura de las vanguardias: el cubismo, el dadaísmo, el fauvismo, el purismo, el vibracionismo…, y también la pintura metafísica italiana. Sin duda, uno de los grandes referentes iniciales es el cubismo, con Pablo Picasso, a quien conoce personalmente durante su primer viaje a París, en 1926.

Después de esta etapa de formación, hacia 1927 empieza a experimentar con un lenguaje pictórico propio. Es entonces cuando anticipa su propia estética surrealista, con el desarrollo de una iconografía muy peculiar caracterizada por cuerpos desmembrados y elementos putrefactos, en pinturas como Aparato y mano (P195) y La miel es más dulce que la sangre (P194). Las bases teóricas de esta pintura se encuentran en su texto «San Sebastián». En este período, Dalí también incorpora la técnica mixta en una serie de óleos que en un determinado momento de 1928 llegan a flirtear con la abstracción.

Una de las grandes aportaciones de Dalí a la historia de la pintura es su obra enmarcada en el surrealismo. Su entrada en el grupo de los surrealistas de París se produce hacia 1929 y coincide también con el momento en que conoce a Gala en Cadaqués. Este es un verdadero punto de inflexión, a partir del cual Dalí se dedica a desarrollar su estilo más personal y a elaborar su método paranoico-crítico, que anticipa en los cuatro ensayos publicados en La mujer visible,en 1930. Pinturas como La memoria de la mujer-niña, de 1929 (P236); La persistencia de la memoria,de 1931 (P265); o El espectro del sex-appeal,dec.1934 (P338), son algunas de las obras maestras de este período. También destacan sus dobles imágenes, a través de las cuales conecta con sus investigaciones en torno al consciente y el inconsciente, de la realidad y la imaginación. Hacia 1938, la paleta vibrante del surrealismo languidece y sus pinturas acogen unos paisajes inhóspitos con nuevos elementos simbólicos que denotan una preocupación por la situación política y social europea. Pinturas como Violetas imperiales (P474) o Enigma sin fin (P464) son el testimonio de la inquietud y el desánimo previo a la Segunda Guerra Mundial.

Con el estallido del conflicto mundial en Europa, Dalí y Gala se marchan a Estados Unidos, adonde llegan en agosto de 1940. A partir de ese momento, el artista comienza una nueva etapa en la que pretende sobresalir y reivindicarse preferentemente como un artista clásico. Y lo hace, en particular a través de su obra pictórica. En el catálogo de la exposición de la Julien Levy Gallery de Nueva York de 1941, Dalí se erige como abanderado del Renacimiento y de la restitución de la proporción áurea. El artista reconoce en más de una ocasión que Gala tiene una influencia definitiva en esta conversión. Este giro se va manifestando poco a poco en su pintura, si bien en ningún momento puede llegar a certificarse una renuncia explícita al surrealismo. En un principio, introduce tímidas evocaciones de la cultura clásica, como caballeros, centauros marsupiales o arquitecturas de orden clásico. A partir de 1945, con obras como Galarina (P597) o Mi mujer, desnuda, contemplando su propio cuerpo transformándose en escalones, tres vértebras de una columna, cielo y arquitectura (P598), su pintura se convierte definitivamente en un clamor a la tradición clásica. Una transformación que culmina hacia 1948 con su aclamada Leda atómica (P642) y con la publicación de su tratado de pintura 50 secretos mágicos para pintar. En estas páginas reconoce que Vermeer, Rafael, Leonardo, Velázquez y Picasso son los pintores a los que más admira, y, de hecho, es la influencia de estos la que más se percibe en su estilo. En un momento en que el expresionismo abstracto acapara el protagonismo del panorama norteamericano, y del europeo, Dalí quiere convertirse en el «Salvador» de la pintura moderna, y por ello reivindica la tradición clásica y la pintura al óleo en la línea de Vermeer y los hermanos Jan y Hubert van Eyck. Durante este período, también se dedica a la pintura de retratos para la sociedad norteamericana.

Seguro de su triunfo, Dalí dirige su pintura de los años cincuenta bajo la estela del clasicismo, la ciencia y la física nuclear, inaugurando la etapa mística nuclear. En su Manifiesto místico, publicado en 1951, explica la aparición de la temática religiosa en su obra, su mirada renovada hacia el Renacimiento italiano y su deseo de convertirse en clásico a través de la incorporación de los conocimientos científicos de la época. De manera progresiva, va agregando elementos religiosos, como la Virgen y el Niño Jesús o la crucifixión, a obras maestras como La Madona de Portlligat (primera versión), de 1949 (P643), y El Cristo, de 1951 (P667). Su interés por la estructura de los átomos y la desintegración y la discontinuidad de la materia acaba destacando de manera especialmente notable en obras como Gala Placidia (P672), de 1952.

En la pintura de los años sesenta y setenta se identifica una amalgama de influencias e inquietudes muy diversas: algunos movimientos del arte americano, como el pop art, su compromiso con la ciencia, sobre todo con todo lo relacionado con la estructura del ADN, y los fenómenos ópticos relacionado con la tercera dimensión. La recuperación de aportaciones clave al surrealismo se manifiesta en el protagonismo de las dobles imágenes en Doble imagen con caballo, números y clavos, hacia 1960 (P763), y El torero alucinógeno, de 1970 (P822). Dalí relaciona esta búsqueda con la inmortalidad, con su deseo de trascendencia. Los estudios sobre la estereoscopía (visión en relieve gracias a un aparato que por medio de dos imágenes planas de un mismo objeto, tomadas desde puntos de vista separados, produce la sensación de relieve) o el anáglifo (sistema que consiste en la superposición de dos imágenes de colores complementarios) desembocan en una serie de pinturas, como los pares estereoscópicos Dalí de espaldas pintando a Gala vista de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas en seis espejos verdaderos. Obra estereoscópica, de 1972-1973 (P853), El pie de Gala. Obra estereoscópica, c. 1974 (P1104), y Sin título. Piedad. Obra para ser vista con anáglifos, de 1975-1976 (P1041).

Dalí deja de pintar en 1983. A principios de los años ochenta, sus últimas obras evocan, por un lado, a algunos de los pintores a los que siempre ha admirado, especialmente a Miguel Ángel y Velázquez. Algunas obras pintadas hacia 1982, como Sin título. Juliano de Médici según el sepulcro de Juliano de Médici de Miguel Ángel (P980) o Sin título. Según «La infanta Margarita de Austria» de Velázquez en el patio de El Escorial (P954) son algunos de los testimonios principales. Por otro lado, sin abandonar su curiosidad científica, las teorías del matemático René Thom se integran en su pintura, como por ejemplo El rapto topológico de Europa. Homenaje a René Thom (P1009) o Cola de golondrina y violonchelo. Serie de catástrofes (P1013), ambas, obras pintadas en 1983. En esta última etapa, Dalí retoma sus fuentes de referencia sin dejar de hacer alusión en ningún momento a Gala, que muere en junio de 1982.

Más sobre el artista total

Sigue descubriendo todas las facetas del genio. Pintura, obra gráfica, escultura y obra tridimensional, dibujo, escritura, cine y moda: Salvador Dalí convirtió cada disciplina en una vía de expresión singular. Con una creatividad desbordante, expandió los límites del arte y del pensamiento. Explora cómo se manifiesta su universo único en cada lenguaje que hizo suyo.

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