El Triángulo Daliniano es la figura geométrica que aparecería sobre un mapa de Cataluña si trazásemos una línea que uniese los municipios de Púbol, Portlligat y Figueres. Estas tres localidades nos explican la trayectoria vital de un artista que, tras conseguir una proyección internacional, continúa vinculado a su tierra. Este espacio, concentrado en un territorio de casi 40 km2, contiene los principales elementos que permiten entender el universo de Salvador Dalí: el paisaje, la luz, la arquitectura, la geología, las costumbres, las leyendas, la gastronomía…, todo lo que rodea las casas-museo de Portlligat y Púbol y el Teatro-Museo Dalí de Figueres.

«En este privilegiado entorno, casi se tocan la realidad y la dimensión sublime. Mi paraíso místico comienza en las llanuras del Empordà, lo rodean las lomas de las Alberes, y alcanza la plenitud en la bahía de Cadaqués. Este país es mi inspiración permanente».

Salvador Dalí

Un Viaje al Mundo Surrealista de Salvador Dalí

El Triángulo Daliniano es una ruta fascinante que conecta tres espacios emblemáticos del Empordà, en Cataluña, intrínsecamente ligados a la vida y obra del célebre pintor surrealista Salvador Dalí. Este recorrido ofrece una inmersión profunda en el universo creativo y personal del artista.

El Teatro-Museo Dalí de Figueres

Salvador Dalí creó el Teatro-Museo Dalí, el objeto surrealista más grande del mundo, sobre las ruinas del antiguo Teatro Municipal de Figueres, un edificio neoclasicista construido a mediados del siglo XIX que fue arrasado por un incendio casi al final de la guerra civil española. Entrar en este espacio permite al visitante sumergirse en la mente del artista y descubrir las múltiples facetas de su universo personal y artístico. No solo es el lugar desde donde Dalí decidió mostrar su obra al mundo; también es su creación más ambiciosa, una gran obra de arte total que acoge e integra algunas de sus mejores obras, la mayor parte seleccionadas y expuestas en los diferentes espacios por él mismo. Dalí presentó el proyecto de este museo a los medios de comunicación en 1961 y lo inauguró, con Gala, el 28 de septiembre de 1974.

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¿Dónde, sino en mi ciudad, ha de perdurar lo más extravagante y sólido de mi obra, dónde si no?

Salvador Dalí

A principios de los años sesenta, Salvador Dalí ya ha conseguido convertirse en un artista de notable proyección internacional y ha expuesto su obra en todo el mundo. Es entonces cuando las autoridades municipales de Figueres, la ciudad donde nació, en 1904, plantean la creación de una sala monográfica en el futuro Museo del Ampurdán. La respuesta del artista es clara: creará su propio museo en su ciudad natal.

Seguramente inspirado por la dimensión escenográfica y por su predilección por los espacios en ruinas —siente una especial admiración por el Palacio Real de Milán, que había sido bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial—, Dalí se fija en el antiguo teatro municipal edificado por el arquitecto Josep Roca i Bros en 1850. Se trata a la vez de un testimonio de la arquitectura civil neoclásica y de un raro ejemplo de teatro a la italiana. Arrasado parcialmente por un incendio hacia el final de la guerra civil española, que lo redujo a su estructura periférica, este emplazamiento fue escogido por el artista como sede para su gran monumento surrealista. Existen sin embargo otros factores, de carácter sentimental, que nos permiten entender mejor esta elección: este es el teatro de su ciudad natal, está situado junto a la iglesia de San Pedro, donde Dalí fue bautizado, y es la antigua sede de la Sociedad de Conciertos, el lugar donde expuso por primera vez su obra, en el año 1919.

Salvador Dalí, Ramon Guardiola y algunos miembros de la comisión organizadora del homenaje al pintor en la plaza de toros, en una visita de obras al patio del futuro Teatro-Museo Dalí. 1961.
Fachada del Teatro Municipal, futuro Teatro-Museo Dalí. 1961

Dalí anuncia la creación del museo ante los medios de comunicación en 1961. Dos años más tarde, la Dirección General de Bellas Artes encarga el proyecto de restauración del edificio al arquitecto Joaquim Ros de Ramis, con la colaboración del arquitecto municipal Alexandre Bonaterra. Aunque durante la década de los sesenta se realizan algunos trabajos, las obras se llevan a cabo principalmente entre 1970 y 1974. En este período, Dalí mantiene una dedicación absoluta al proyecto museográfico, conceptual y ejecutivamente, diseñando y creando los espacios y hasta los detalles más mínimos. Dalí transforma cada estancia del primitivo edificio en una nueva sala del museo mediante una intervención artística que preserva, preferentemente, el aura y la arquitectura subsistentes del antiguo teatro municipal. Además de las obras que Dalí acabará depositando en este museo, las intervenciones arquitectónicas y decorativas que plantea en el patio, en el escenario y en varios de los pasillos de los tres pisos son algunas de las aportaciones más destacadas y, al mismo tiempo, un compendio de referencias universales a la historia del arte.

En 1970 Dalí presenta el proyecto museográfico en el Museo Gustave Moreau de París. En esta ocasión muestra también las primeras obras que se podrán ver en el museo: el telón de fondo del ballet Laberinth, que colocará sobre el escenario, y el plafón principal para decorar el techo del Palacio del Viento, que ya ha empezado a pintar en su taller de Portlligat. En 1972 se instala uno de los elementos más emblemáticos: la estructura reticular transparente en forma de cúpula geodésica que corona el escenario. Dalí se había fijado en las innovadoras estructuras geodésicas del arquitecto norteamericano Buckminster Fuller, si bien es el arquitecto español Emilio Pérez Piñero, establecido en Calasparra, quien acaba construyendo esta cúpula, que se ha convertido en un símbolo de este museo y de la ciudad de Figueres.

Aunque en 1973 se realiza una preinauguración, con motivo de la exposición de las joyas diseñadas por Dalí de la Fundación Owen Cheatham, la inauguración oficial del Teatro-Museo Dalí tiene lugar el 28 de septiembre de 1974. Sin embargo, Dalí continúa trabajando en la conformación del museo después de esa fecha y hasta su muerte. Durante el mes siguiente comienza la instalación del Taxi lluvioso que preside el antiguo patio de butacas y da la bienvenida al visitante del museo. En 1975 Dalí y Antoni Pitxot crean conjuntamente los «monstruos grotescos» para los ventanales centrales del patio, una escultura arquitectónica extremadamente compleja creada a partir de ramas, antiguas gárgolas de la iglesia de San Pedro, y caracolas y piedras del cabo de Creus. Ese mismo año, se instala el Monumento a Francesc Pujols en el exterior del museo, frente a su fachada principal. Este homenaje de Dalí al escritor y filósofo catalán padre de la hiparxiología se entiende en el marco de la amistad y la profunda admiración que tuvieron.

Por otra parte, el espacio del antiguo teatro transformado por Dalí se amplía con las nuevas salas de la Torre Galatea, antigua Torre Gorgot, un edificio adyacente adquirido por el Patronato del Teatro-Museo Dalí en 1981. El artista se ocupa del diseño de la decoración de la fachada exterior con los icónicos panes de tres crostones y los huevos y maniquíes que coronan la cornisa superior. En este espacio se depositan inicialmente numerosas obras del legado del artista, las obras estereoscópicas y las anamorfosis, así como las nuevas adquisiciones de la Fundación Gala-Salvador Dalí. Actualmente, también funciona como espacio de exposiciones temporales. En 2001 se culmina una nueva ampliación del museo, con la inauguración del espacio Dalí Joyas, adyacente a la Torre Galatea. Aquí el espectador tiene la oportunidad de contemplar las treinta y siete joyas de oro y piedras preciosas creadas por Dalí de la antigua colección Owen Cheatham y los dibujos preparatorios realizados por el propio artista.

En ningún lugar mejor que en este museo se puede comprender que Dalí fue un artista total. Gracias a su voluntad, el visitante tiene la oportunidad de conocer su trayectoria artística a través de una amplia selección de obras, desde el punto de vista cronológico y desde la perspectiva de la variedad de tipologías y técnicas que utilizó en su proceso creativo. Por otra parte, esta colección es la más completa y representativa de todas las artes en las que Dalí se expresó y está integrada por pinturas, esculturas, objetos, joyas, dibujos, obra gráfica, instalaciones —la mayoría realizadas ex profeso para este espacio—, estereoscopias y hologramas…, sin olvidar algunas de sus creaciones literarias más destacadas, como El mito trágico de «El Ángelus» de Millet o sus Diez recetas para la inmortalidad.

La mayor parte de estas obras son las que Dalí creó o seleccionó expresamente para este museo, y solo se han ido añadiendo las adquisiciones que la Fundación Gala-Salvador Dalí ha realizado desde el año 1991. El artista completa la selección de obra propia con referencias o tributos a sus principales referentes artísticos, especialmente a Rafael, Vermeer y Velázquez, con quienes se identifica y a los que, a la vez, trasciende. Por eso, este museo es también un gran homenaje a los grandes maestros de la historia del arte que inspiraron a Dalí. Y más aún: junto con su obra, el artista incluye piezas de algunos contemporáneos, desde sus amigos Evarist Vallès y Antoni Pitxot hasta internacionales como Marcel Duchamp, John de Andrea, Ernst Fuchs y Wolf Vostell. Además, en la Sala de Obras Maestras del tercer piso deposita algunas obras de su colección particular, con nombres históricos y consolidados como el Greco, William-Adolphe Bouguereau, Jean-Louis-Ernest Meissonier, Gerard Dou, Marià Fortuny y Modest Urgell.

«Quiero que mi museo sea como un bloque único, un laberinto, un gran objeto surrealista. Será un museo absolutamente teatral. La gente que venga a verlo saldrá con la sensación de haber tenido un sueño teatral». Seguramente por eso, el recorrido de las salas del Teatro-Museo Dalí carece de un orden preestablecido. Dalí espera que el visitante adopte un rol activo y que tenga la posibilidad de hacer un recorrido libre para llevar a cabo sus propias lecturas y dotar de significado a cada obra de arte. Una experiencia única e inmersiva, un viaje a través de la mente de Dalí que debe permitir entender su obra, sus enigmas y su trascendencia en la historia del arte universal.

Cada sala o espacio es una entidad en sí misma: el Patio, el Escenario, la Sala del Tesoro, la Sala de Pescaderías, el Palacio del Viento… permiten al espectador transitar desde las primeras experiencias artísticas y la etapa de formación de los años veinte, hacia alguna de las obras maestras del período surrealista y la mística nuclear —incidiendo en su pasión por la ciencia y las nuevas tecnologías—, hasta las pinturas de principios de los años ochenta, que serán las últimas creaciones de Dalí.

Algunas de las obras más destacadas son Autorretrato con «L’Humanité» (1923), Port Alguer (1924), El espectro del sex-appeal (1932), Busto de mujer retrospectivo (1933), Retrato de Gala con dos costillas de cordero en equilibrio sobre su hombro (1933), Autorretrato blando con beicon a la plancha (1941), Poesía de América o Los atletas cósmicos (1943), Galarina (1944-1945), La cesta de pan (1945), Leda atómica (1949) y Galatea de las esferas (1952) o la Venus de Milo con cajones (1936/1964).

Casa Salvador Dalí de Portlligat

Salvador Dalí y Gala se establecen en Portlligat, un lugar solitario del cabo de Creus que se convertirá en el centro de su universo. Dalí, que se identifica con el paisaje de esta zona, compra en 1930 una pequeña barraca de pescadores y luego una segunda, a las que irá sumando otras —como si se tratara de una estructura biológica a la que le van brotando vástagos—, en busca de más luz y más espacio para su taller. A partir de 1948, tras su regreso de los Estados Unidos, se proyecta una gran reforma y la ampliación definitiva de la casa, y es entonces cuando Dalí instala allí su taller permanente, orientado a la luz del norte, como indicaban Leonardo y los grandes maestros. Dalí y Gala se involucran en todo el proceso de construcción de la casa y en la concepción y el diseño de los espacios, que se convierten a su vez en creación artística. Como declara el escritor Josep Pla, la casa cada día se parece más a Dalí.

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«No se puede comprender mi pintura sin conocer Portlligat».

Salvador Dalí

Siguiendo el camino que conduce al cabo de Creus desde Cadaqués, se abre la bahía de Portlligat. Este entorno era bien conocido por el artista, que, de joven, cada verano se había trasladado con su familia de Figueres a la casa de Es Llaner. En Cadaqués, Dalí había tenido uno de sus primeros talleres en la planta superior de una casa de pescadores. El artista había habitado regularmente esos espacios durante los períodos estivales, hasta que la ruptura de la relación con su padre, en 1929, a raíz de su idilio con Gala, lo lleva a buscar un nuevo lugar donde establecerse con ella.

El 20 de agosto de 1930 Dalí compra una pequeña barraca de pescadores propiedad de Lídia Nogués, conocida como la Bien Plantada, con el dinero que le adelanta el vizconde de Noailles por la pintura La vejez de Guillermo Tell. Esta primera barraca es un espacio pequeño y austero de 22 m2, que no dispone de ninguna comodidad, ni siquiera de instalación eléctrica. «Fue allí donde aprendí a empobrecerme, a limitar y limar mi pensamiento para que adquiriese la eficacia de un hacha, donde la sangre sabía a sangre y la miel sabía a miel. Una vida que era dura, sin metáfora ni vino, una vida con la luz de la eternidad», recuerda Dalí.

En la planta baja se proyecta una cámara polivalente que sirve como comedor, dormitorio, taller y vestíbulo, mientras que el piso superior se reserva para un baño y una cocina. En septiembre de 1930, Dalí adquiere una segunda barraca, que se reformará en 1932, junto con un pequeño anexo, que corresponde al actual distribuidor. A partir de 1935 el constructor Emili Puignau se hace cargo del proyecto de ampliación y se levantan dos cuerpos nuevos: el primer taller —actualmente la Sala Amarilla— y el dormitorio —la Sala de los Pájaros—. Sin embargo, el estallido de la guerra civil española provoca que Dalí y Gala se alejen de Portlligat y que en 1940 se instalen de manera permanente en los Estados Unidos, hasta 1948. Esta casa estuvo deshabitada una larga temporada, hasta que en 1944 se instala en ella la familia del pintor Josep Maria Prim.

Cuando Dalí y Gala vuelven de los Estados Unidos en 1948 inician una nueva y definitiva ampliación de la casa y adquieren la barraca Ca l’Arsenio, que se transforma en la biblioteca y en la sala de estar, y el terreno del olivar. Un año después se compran tres nuevas barracas que se convierten en el dormitorio y la cocina, y en estancias para el servicio. Entonces se inicia también la construcción del taller del artista en el primer piso de la casa, el cual se concluye durante la primavera de 1950. A esta estancia se accede a través de una puerta en forma de triángulo isósceles truncado, diseñada expresamente por Dalí. Su interior consiste en un espacio blanco completamente diáfano, bañado por la luz que penetra por las dos ventanas rectangulares, una con vistas a la bahía de Portlligat y a Sa Farnera, y la otra con vistas al paisaje de la vertiente norte. Este es su santuario creativo, bañado por la luz y el paisaje del cabo de Creus, un entorno imprescindible para comprender su creación. Aquí Dalí pinta algunas de sus obras más destacadas utilizando un caballete y un bastidor mecánico que le permiten sujetar y regular la altura de las telas de gran formato. Usando este dispositivo, pinta La batalla de Tetuán y La apoteosis del dólar, hacia 1965, así como los paneles que conforman el techo del Palacio del Viento del Teatro-Museo Dalí de Figueres, hacia 1972.

El espacio de trabajo de Dalí se amplía con la llamada Habitación de los Modelos y con un altillo en el que también trabaja de manera puntual. En torno a 1954 se construye el Palomar, un espacio situado en el Olivar, donde sabemos que el artista creó algunas de sus esculturas.

Ocasionalmente, Dalí traslada su trabajo al aire libre, a diferentes espacios exteriores de la casa. Se instala en la terraza, en el olivar o en el arcén cercano a la Vía Láctea, un empedrado blanco de cal realizado en 1958 que dibuja la estela de un camino paralelo al mar. El patio y la muralla que lo cierran, con la idea de convertir este espacio en un recinto inaccesible, se añaden hacia 1960. Es evidente, pues, la atracción que el pintor siente a lo largo de toda su vida por el entorno natural y por las formas orgánicas del cabo de Creus. Gracias a las imágenes que nos recuerdan a Dalí creando en estos espacios exteriores, asistimos a una fusión completa del artista con el entorno más directo que condiciona los cimientos de su creación.

Durante las décadas de 1960 y 1970 se llevan a cabo otras intervenciones. En el verano de 1961 se acaba la Sala Oval, un espacio casi semiesférico que se inspira en un diseño que Dalí había hecho en 1957 para una sala de fiestas en Acapulco. En 1963 se construye el Comedor de Verano, y en 1969 se empieza a proyectar la piscina, que se acaba en el verano de 1971, si bien Dalí aún seguirá trabajando en ella un tiempo, cambiando algunos aspectos.

El resultado de todas estas reformas y ampliaciones es una estructura laberíntica que se dispersa y se arremolina en una sucesión de espacios encadenados por pasos estrechos, pequeños desniveles y recorridos sin salida. Las ventanas de cada espacio, de formas y proporciones diferentes, persiguen un objetivo común: enmarcar el paisaje exterior, hacer que la referencia constante de la obra de Dalí, la bahía de Portlligat, sea accesible también desde el interior de cada habitáculo. Estos espacios, llenos de infinidad de objetos y recuerdos de los Dalí, están decorados con recursos que los hacen especialmente cálidos: estores, cal, flores secas, tapizados en terciopelos, muebles antiguos, etc. Gala se ocupa de la decoración y compra numerosos muebles en diferentes anticuarios de Olot y La Bisbal.

Además de ser su casa y su espacio de creación, Portlligat acaba siendo también un centro de actividad social muy peculiar, especialmente para Dalí. A menudo se convierte incluso en un estudio fotográfico o un plató televisivo en el que fotógrafos, periodistas, medios de comunicación y diversas personas interesadas de todo el mundo tienen la oportunidad de descubrir al artista y al personaje, dos dimensiones indisociables que forman parte, por voluntad expresa de Dalí, de su propio proceso creativo y artístico. Gala le acompaña en muchas de estas ocasiones, si bien mantiene un perfil más discreto porque no es muy dada a mostrarse o hacer declaraciones en público. Por otro lado, a partir de principios de los años setenta Gala se retira preferentemente en su espacio propio del Castillo de Púbol, que Dalí le ofrece como obsequio y símbolo del amor cortés.

La época de máximo esplendor de esta actividad social en Portlligat se sitúa entre 1972 y 1974. De alguna manera, la vida pública de Portlligat se convierte en un espacio de reunión y creación con otros artistas contemporáneos, emulando quizá, de una manera más o menos directa, La Fábrica de Andy Warhol en los Estados Unidos.

Tras la muerte de Gala, en 1982, Dalí abandona Portlligat y se traslada al castillo de Púbol, el espacio postrero donde pinta sus últimos óleos.

Desde el 4 de agosto de 2009 se puede visitar otro espacio situado en la zona del olivar: una construcción circular utilizada por el artista como taller adicional, especialmente para realizar esculturas y performances. Las claraboyas de vidrio le permitían a Dalí pintar los pies. Son un ejemplo de ello los que aparecen en el Palacio del Viento (la Sala Noble del Teatro-Museo de Figueres). En la parte exterior de la torreta encastró unos recipientes de alfarería con agujeros para que silbaran cuando soplaba la tramontana. En el interior de la construcción se puede apreciar un piano, que Dalí había utilizado en algunas acciones artísticas, y en él se han instalado dos proyectores que muestran simultáneamente audiovisuales del artista: reportajes de los años sesenta y setenta con Dalí y la casa de Portlligat como protagonistas.

Castillo Gala Dalí de Púbol

El Castillo de Púbol es un proyecto creativo único, fruto del amor, la admiración y la complicidad entre Gala y Salvador Dalí. Es el reflejo de su unión genuina y libre de convencionalismos, que se expresa, también, a través de los espacios que la pareja idea y transita. Para el artista, el castillo es el regalo de amor cortés a la dama a la que rinde vasallaje, el espacio donde proyecta un desbordante esfuerzo creativo pensando únicamente en ella. Para Gala, Púbol representa por fin la conquista de un espacio propio: es el refugio donde se reencuentra consigo misma y el custodio de sus recuerdos y vivencias más preciados.

Elefante del aire del Castillo de Púbol
Elefante del aire del Castillo de Púbol
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«Me faltaba ofrecer a Gala un estuche más digno de nuestro amor. Por eso le regalé una mansión edificada sobre los restos de un castillo del siglo XII en La Bisbal, el antiguo castillo de Púbol, donde ella reinaba como soberana absoluta, hasta el punto de que yo no la visito si no es con una invitación escrita de su puño y letra. Me he contentado con decorar sus techos para que, cuando alce la mirada, siempre me halle en su cielo».

Salvador Dalí

Desde el primer momento, tanto Gala como Salvador Dalí quedan cautivados por el aspecto misterioso y romántico del conjunto arquitectónico, que habían encontrado en estado ruinoso. Juntos imaginan los espacios interiores y exteriores y dan las instrucciones para su restauración a su amigo, el maestro de obras Emilio Puignau. Dalí, por indicación de Gala, se encarga personalmente de la decoración, diseñando algunos elementos y creando falsas arquitecturas pictóricas en los muros y los techos. Todo en el castillo celebra el culto a Gala, protagonista indiscutible de este espacio del Triángulo Daliniano con personalidad propia.

En 1969, Dalí compra el conjunto arquitectónico conocido como Castillo de Púbol, cumpliendo así una promesa hecha a Gala durante los años treinta. La edificación medieval entusiasma a su destinataria, que se deleita especialmente con el jardín y las flores, sobre todo con las rosas, que le recuerdan el jardín de Crimea donde había pasado algunas vacaciones estivales durante su infancia. El recinto, no obstante, se halla muy deteriorado, con techos caídos, grietas importantes y un jardín en estado semisalvaje. Todo ello le otorga un aspecto romántico que los Dalí intentan mantener en el proceso de rehabilitación del espacio.

Gala y Dalí, con la ayuda técnica de Emilio Puignau, optan por consolidar las estructuras del edificio, sin esconder las cicatrices provocadas por el paso del tiempo, que, además, tienen fascinada a la pareja. El propio Puignau recoge el testimonio entusiasta de Dalí al respecto: «He visto en la fachada algo sublime: no solo está agrietada, sino que además forma una rebaba a la izquierda que da la impresión de que aquí ha habido un cataclismo, un terremoto; de que una parte aguantó firme, mientras que la otra se separó y se desplomó. Por lo tanto, eso no hay que tocarlo, hay que dejarlo como está».

También Gala se muestra ilusionada y muy interesada en el seguimiento de las obras del castillo. En una carta dirigida a Puignau le expresa la responsabilidad que tienen: «Como se habrá dado cuenta, Púbol es mi “caballo de batalla”; el nuestro, mejor dicho. Estoy fascinada por las posibilidades de esta casa en ruinas, si bien también puede salir un monstruo. Hasta ahora, trabajando juntos, siempre hemos triunfado, en Portlligat. Esta pequeña casa se ha hecho famosa, se ve reproducida por todas partes, aún hoy. Por tanto, tenemos una gran responsabilidad de un nuevo y grandioso éxito, usted y yo ». Su implicación en el proyecto de Púbol es absoluta, supervisando y gestionando todo el proceso de rehabilitación. Y especialmente impulsa la decoración interior, para la que hace una serie de encargos a Dalí, quien, gracias a su versatilidad artística, proporciona una nueva lectura a los espacios interiores.

Son muchos los dibujos conservados en los fondos de la Fundación Gala-Salvador Dalí que dan testimonio del proceso creativo de los diferentes espacios y elementos ideados expresamente para el castillo, como los diseños para las chimeneas o para la mesa-claraboya. El artista concibe, también, por indicación de Gala: «Un techo de quince metros representando, en el cielo mediterráneo, un agujero nocturno del que caerán objetos surrealistas. 2. Sillas que no toquen el suelo. 3. Seis elefantes-surtidores con patas de cigüeña que lleven a la piscina de las veintisiete cabezas de Richard Wagner de cerámica. 4. Cortavientos pintados con la técnica de la ilusión óptica representando radiadores de calefacción para esconderlos. 5. Grifos y duchas de oro macizo destinados al cuarto de baño».

En cuanto al interior, el resultado es un lugar cerrado, misterioso, privado y sobrio, con espacios de gran belleza, como la antigua cocina convertida en cuarto de baño, la escenográfica Sala de los Escudos o la majestuosa Sala del Piano. En relación con el exterior del castillo, el viejo jardín a la francesa fue italianizado y exaltado con intervenciones dalinianas. Entre las más sorprendentes, destacan los elefantes-surtidores que parecen avanzar en dirección al castillo y la fuente de aires clasicistas con un surtidor en forma de cabeza de rape, que remite a los famosos monstruos de los jardines de Bomarzo, en Roma, que tanto entusiasmaban a Dalí. Otros elementos, como la glorieta o los bancos con respaldo en forma de flor de lis, refuerzan el ambiente romántico de este lugar propicio, como había dicho Gala, «para tener un coloquio sentimental».

Tras la muerte de Gala, en 1982, el que había sido su espacio más preciado en los últimos años de su vida, se convirtió en el lugar de su descanso eterno, dado que fue enterrada en la Cripta, situada en la antigua Sala del Diezmo del castillo. Dalí, decidido a no separarse de ella, traslada entonces su residencia al Castillo de Púbol. Allí se recupera de su pérdida y establece el que será su último taller. Durante aquellos años, la habitación azul de Gala pasa a ser la cámara de Dalí, y el desván de la casa se usa como almacén para las obras que el artista tenía depositadas en Nueva York y en París. En 1984, sin embargo, debido a un incendio fortuito, el artista tuvo que ser hospitalizado, tras lo cual ya nunca más volvió a Púbol.

En 1996 se abre al público el Castillo de Púbol. El espacio cuenta con una sala de exposiciones temporales que exploran principalmente la figura de Gala y su colección de moda, que incluye piezas de diseñadores de prestigio internacional y de gran valor patrimonial.