Retrato del artista adolescente

Cristina Jutge
Centro de Estudios Dalinianos. Fundación Gala-Salvador Dalí

El Punt, 2005

12 de septiembre de 2005

Si buscamos en el diccionario la definición de autorretrato encontramos: "Retrato de alguien realizado por él mismo". Y esto es precisamente lo que hace Dalí en numerosas ocasiones a lo largo de su vida. Me gustaría, sin embargo, centrarme en la mayor parte de los autorretratos ejecutados por un Dalí muy joven, aquellos realizados entre los quince y diecisiete años, es decir, de 1919 a 1921.


Estos retratos son especialmente interesantes en la medida que revelan una intención: la imagen que Dalí quiere proyectar de él mismo. Son un intento de autoafirmación tanto en el ámbito personal como en el artístico. Partiendo de esta premisa, podemos decir que los autorretratos de estos años están íntimamente ligados a los diarios de juventud que Dalí escribió entre 1919 y 1920 y que, en 1994, Fèlix Fanés editó bajo el título Salvador Dalí. Un diario: 1919-1920. Mis impresiones y recuerdos íntimos.

En este diario, encontramos un Salvador Dalí que escribe casi a diario, que deja constancia de su actividad cotidiana y de sus opiniones acerca de política y en materia artística. Un Dalí entusiasta, impetuoso, sentimental y romántico que anhela pasar el verano en Cadaqués y poder pintar, muy interesado por el impresionismo, que había conocido de la mano de Ramon Pichot. Prueba de ello es una carta que Dalí escribe a su tío Anselm Domènech en 1920, y también incluye en su diario, que he considerado oportuno reproducir parcialmente para mostrar la relación que encontraremos con los cuadros de estos años:

"Estimado tío:
He pasado un (verano) delicioso, como todos, en el pueblo ideal y soñador de Cadaqués. Allí, cerca de la mar latina, me he saciado de luz y de color. He pasado los calurosos días de verano pintando frenéticamente y esforzándome en traducir la incomparable belleza del mar y de la soleada playa.
Cada vez soy más consciente de lo difícil que es el arte; pero, cada vez, más disfruto y más me gusta. Continúo admirando a los grandes impresionistas franceses en Manet, Degas, Renoir. Siendo éstos los que orienten con más firmeza mi camino. He cambiado casi totalmente de técnica y, en las gamas, éstas son mucho más claras que antes, habiendo desertado completamente los azules y rojos oscuros que antes contrastaban (inarmónicamente) con la claridad y luminosidad de los otros.
Sigo sin preocuparme nada por el dibujo, del que prescindo totalmente. El color y el sentimiento son en lo que dirijo mis esfuerzos.

[...] El retrato me interesa cada día más, aunque lo considero técnicamente como un paisaje o un bodegón [...]".

No cuestionaré las palabras del propio Dalí, pero, en cuanto a los autorretratos de estos años, además de un ejercicio pictórico, ¿no pueden considerarse como la manifestación de la consciencia de su singularidad?

Si volvemos de nuevo al diario, hallamos a un Dalí que, en abril de 1920, al saber que su padre ha decidido que curse estudios en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, afirma: "Seré un genio, y el mundo me admirará. Quizás seré menospreciado e incomprendido, pero seré un genio, un gran genio, porqué lo sé seguro".

Muy pronto, se manifiesta en Dalí la voluntad de ser pintor y que va a ser el ejercicio de la actividad pictórica lo que le permita convertirse en un genio. Ya por 1919 (1), se autorretrata pintando en su estudio de Cadaqués, y tal como las palabras del mismo Dalí nos describen más arriba, podemos captar su interés por el impresionismo, el color, dominando los tonos rosas y los rojizos y, sobretodo, por el estudio de la luz. Así mismo, analizando Autorretrato en el estudio, perteneciente a la colección del The Salvador Dali Museum de San Petersburgo (Florida), podemos pensar que quizás Dalí tuviera conocimiento de las primeras obras fauvistas que Matisse pintó en verano de 1905 en Cotlliure y que, hasta el 2 de octubre de 2005, se pueden ver en la magnífica exposición que acoge el Museo de arte moderno de Ceret: Matisse-Derain. Collioure 1905, un été fauve. La coincidencia del tema de los interiores luminosos con un balcón abierto al Mediterráneo y, especialmente, la similitud cromática con La ventana abierta de Matisse así lo hace pensar.

Dalí volverá a retratarse en el acto de pintar en el mismo estudio de la Riba de Pichot, de Cadaqués, en un cuadro que situamos alrededor de 1920 y que, lamentablemente, está en paradero desconocido.

Otros fragmentos del diario, que corroboran los paralelismos entre los escritos y lo que plasma en los autorretratos, son los que ponen de relieve que Dalí, a menudo, hace gala de una actitud distante y superior respecto a sus compañeros, al tiempo que sus maneras pretenden causar impacto sobre éstos y sobre la gente en general. Por otro lado, y buscando la misma finalidad, nos encontramos con un Dalí que ha ido modelando su aspecto físico: se ha dejado crecer el cabello y las patillas y viste de forma extravagante.

El Autorretrato de c. 1919 perteneciente a la colección de la Fundación Gala-Salvador Dalí, el de c. 1920 de la colección E. Isern Dalmau y el de c. 1921 del The Salvador Dali Museum de San Petersburgo (Florida), tienen en común una singularidad que reafirma, en buena medida, lo mencionado hasta ahora. El artista se nos muestra de perfil, observándonos, si bien uno de sus ojos queda oculto. Esta pose, además de permitir un magnífico estudio de la luz y los claroscuros, no puede esconder una cierta arrogancia, sin dejar al margen las connotaciones iconológicas del ojo a lo largo de la historia del arte.

En el Autorretrato de c. 1920 de la antigua colección Serraclara y en el Autorretrato con cuello rafaelesco de c. 1921, Dalí se muestra con el paisaje de Cadaqués al fondo, uniendo de esta forma sus temas predilectos de aquellos años. Los paisajes son siempre el pretexto para recrearse en la luz y el color, que cada vez se vuelve más brillante. El mismo Dalí comenta que pinta del natural y siente un especial interés por la luz del crepúsculo, que le permite captar la totalidad de sus cromatismos. La pincelada es suelta y gruesa, para evitar, como explica en 1922, que una puesta de sol se parezca a un cromo.

Si el Autorretrato de c.1920 se nos presenta con la cabeza girada hacia el espectador en una actitud más romántica, la del Dalí que siente una fuerte empatía con la naturaleza; en el Autorretrato con cuello rafaelesco encontramos a un Dalí que observa al espectador fijamente, de forma casi severa. Tal como queda implícito en el título, este óleo es un homenaje a uno de sus pintores preferidos, Rafael, cuyo autorretrato era de sobras conocido por Dalí, ya que estaba reproducido en el frontispicio del libro dedicado a este artista de la colección Gowans, que Dalí tenía al completo.

Podemos decir, en definitiva, que, por regla general, en los retratos de estos años encontramos a un Dalí narcisista que ocupa un lugar prominente en el espacio pictórico y exalta su individualidad, insinuándose ese exhibicionismo que le caracterizará a lo largo de su vida. Artista y obra se convierten en inseparables, es a la vez autor y protagonista tanto de su obra como de sus escritos. Según Robert Lubar: "Hablar del autorretrato en la obra de Dalí es, en gran parte, redundante, ya que Salvador Dalí - el hombre, el artista y la persona - es el sujeto y el objeto privilegiado de su trayectoria artística".

Nota:
1- Cabe precisar que la aproximación en los años de ejecución de las obras responde al hecho que estas no están ni firmadas ni fechadas, a excepción del Autorretrato de l'antigua colección Serraclara, que está firmado. Las fechas que aparecen en este artículo son las que constan en el Catálogo Razonado de pinturas [1910-1930] de la Fundación Gala-Salvador Dalí.